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5/11/13

Ganas de Vivir


   En este artículo quería hablar de un tema de la supervivencia que rara vez se comenta o que no se suele encontrar en multitud de libros o de páginas web. Se trata de lo referente a a la psicología y la motivación en situaciones de supervivencia real o en situaciones de aprendizaje o práctica de la supervivencia. Considero interesante hablar de esto y no de cómo encender un fuego o cómo pescar o como construir un refugio ya que estos temas se pueden estudiar en una amplia y buena bibliografía y además el lector puede investigar y perfeccionar con la práctica sólo los aspectos que más necesite. Porque, por ejemplo, en todos los libros te enseñan a encender fuego, pero en casi todo el territorio español tendrás que estar en serios apuros para encender un fuego ya que está terminantemente prohibido y por tanto esta práctica quedaría excluida de una actividad de aprendizaje o de una situación de emergencia que no sea drástica. Sin embargo, el tema de la psicología y la motivación está presente en toda situación de supervivencia e incluso también en situaciones de simple dificultad, sin necesidad de estar corriendo peligros inmediatos.

     Comencemos con una posible definición de supervivencia: "Técnicas y conocimientos que pueden ayudar a salvar nuestras vidas, las de otros y también bienes materiales en circunstancias de peligro o dificultad". Si nos damos cuenta, esta definición queda muy abierta a muchos tipos de supervivencia. No sólo se puede dividir la supervivencia en zonas: montaña, bosque, desierto, selva... sino que también la podemos dividir en tipos de supervivencia. La mayoría de la gente, al nombrarle la supervivencia, piensa en perderse en un entorno no civilizado, pero también entra en juego la supervivencia si, por ejemplo, se te para el coche en un lugar incomunicado por teléfono móvil y por el que no suele pasar mucha gente. Puedes pasar horas, o incluso días en algunas zonas, junto a tu coche sin poder pedir ayuda. No estás perdido, sólo estás aislado, y aquí tus conocimientos de supervivencia pueden entrar en juego y no tienen por qué ser buscar comida o agua, sino simplemente arreglar el coche, por ejemplo.

     Existen otras situaciones en las que podemos vernos aislados como inundaciones u otras catástrofes naturales pero también entraría muy en juego la supervivencia en situaciones de accidente. Si nos accidentamos en la montaña, por ejemplo, todos nuestros planes cambian. Dependiendo de en qué montaña nos encontremos nos será más fácil o difícil salir de allí. Mucha gente piensa que te pueden sacar en helicóptero o cosas así pero en realidad, en la mayoría de sitios no hay un helicóptero preparado para sacarte de ahí. En prácticamente todos los accidentes leves en montaña, el accidentado acaba bajando por su propio pie, o por el propio pie de los que le asisten, que casi siempre son sus compañeros.


     En definitiva, son muchas las situaciones de supervivencia en las que nos podemos ver envueltos, sobretodo cuando se trata de situaciones de gravedad menor, que pudieran ser importantes si no se sabe actuar bien. También existen situaciones que pudieran darse en la misma ciudad o en excursiones sencillas que quedan fuera de la definición porque no te van a causar la muerte ya que estás ampliamente rodeado de gente que te podría socorrer, o al menos eso nos gusta pensar, pero que te pueden sacar de algún que otro apuro.


     Dicho esto, voy a comenzar hablando de la motivación para aprender técnicas de supervivencia y después lo enlazaré con la motivación en la misma situación de supervivencia. En primer lugar, hablemos de los tipos de motivación que hay. Existe una motivación orientada al éxito que depende sólo del resultado de una prueba, nos sentiremos motivados sólo cuando triunfamos y nos desmotivaremos al fracasar. También tenemos una motivación orientada al ego, que nos hace sentirnos más motivados cuando superamos a los demás y hacemos las cosas mejor que ellos. Y, por último, tenemos dos motivaciones más que son la intrínseca, nos sentimos motivados al notar una mejora en nosotros mismos con respecto a cómo éramos en el pasado, y la extrínseca, nos motivamos al notar una mejora social, al pensar que somos más valorados por los demás por lo que hemos aprendido.

     Bien, ahora entra en juego un pilar fundamental de la supervivencia: la autosuficiencia. Para ser capaces de sobrevivir en situaciones de dificultad hay que potenciar la autosuficiencia, ya que en la supervivencia hay que saber valerse por uno mismo en el mayor número de situaciones posibles, es decir, ser autosuficiente; y, si nos fijamos un poco, la autosuficiencia es incompatible con la motivación extrínseca y la motivación orientada al ego ya que en ellas un factor indispensable es la sociedad, los demás, y para potenciar la autosuficiencia tenemos que olvidarnos de los demás, tenemos que aprender a motivarnos solos y sin pensar en nada más que en nosotros mismos. En ese sentido también es peligrosa la motivación orientada al éxito, ya que depende, lógicamente, del éxito o fracaso de la tarea a desarrollar y eso, como veremos ahora, no depende sólo de nosotros mismos. Por tanto, la motivación más sensata, inteligente y efectiva a usar a la hora de aprender supervivencia, tanto en la teoría como en las experiencias prácticas, es la motivación intrínseca, completamente compatible con la autosuficiencia, ya que tu motivación proviene únicamente de ti, de tu mejora individual a lo largo del tiempo, no proviene ni del éxito ni de los demás.


     Como he dicho antes, el éxito o fracaso de una tarea a desarrollar no proviene nunca de uno mismo exclusivamente. Son cuatro los factores de influencia de los que podemos hablar: el conocimiento y destreza que uno tenga sobre el tema, la experiencia que se tenga, la dificultad del problema que se nos plantea y el azar. Nosotros sólo podemos actuar sobre los dos primeros, y es muy importante saber esto y tenerlo siempre en cuenta. Hay que saber qué es lo que depende de nosotros y lo que no. En función de a qué atribuyamos el éxito o fracaso se canalizará nuestro aprendizaje hacia delante o hacia la decepción y el estancamiento.

     Por ejemplo, una situación típica en la que viene lluvia y necesitas buscar o hacer un refugio. Tienes tiempo, quizá dos horas o tres, pero vas buscando vegetación verde que resulte algo impermeable y no encuentras, piensas en algún soporte que te sirva de estructura y no se te ocurre nada, miras el mapa y no ves nada claro que alcanzar. A priori, parece que te vas a mojar hagas lo que hagas, sería fácil rendirse y decir que no hay forma de refugiarse, que no depende de nosotros, hemos tenido mala suerte y no hay nada que hacer. Esta actitud es posible que no surta ningún efecto en nosotros, ni positivo ni negativo, simplemente nos sentimos vencidos por la naturaleza. Sin embargo, si la analizamos bien y pensamos mejor en qué es lo que depende de nosotros y lo que no, quizá podamos declinarnos hacia reacciones más autocríticas como "no he sabido buscar bien los materiales para construir un refugio", "no he sabido predecir la lluvia a tiempo", "no tengo la suficiente experiencia en construir o buscar refugios", o "no tengo la suficiente resistencia y fuerza o habilidad para leer un mapa para llegar a un lugar seguro antes de que llueva"... Esta autocrítica ha de ser cuidadosa porque, por un lado, nos puede llevar a la decepción, pero por otro nos permite seguir avanzando en nuestro aprendizaje ya que achacamos el error a nosotros mismos y eso nos hace ver que tenemos que mejorar y que seguir trabajando en nuestros conocimientos al respecto.

     Por último hablaré de las ganas de vivir. Resulta obvio que para sobrevivir hay que tener ganas de vivir, pero en una situación dramática, de auténtico desastre todos acabamos, tarde o temprano, perdiendo la concentración y la fuerza para seguir luchando por nuestra vida. El hecho de que el momento de rendirse llegue más pronto o más tarde puede ser crucial para sobrevivir. Cuando estamos sanos y seguros, sentimos que no va a ser posible que nos rindamos a la muerte ante nada, que seguiremos luchando hasta el último aliento pase lo que pase. Pero cuando nos sentimos débiles, deshidratados, desnutridos, enfermos y terriblemente hundidos psicológicamente, en definitiva, cuando se siente que no hay nada que hacer, el panorama cambia mucho. Hay que tener mucha fuerza y una psicología muy dura para seguir luchando aun cuando piensas que vas a morir igualmente.

     En definitiva se puede decir que el instinto de supervivencia, en el que muchos creen, no existe. La supervivencia es algo muy complejo y sobre lo que hay que tomar decisiones muy meditadas. En un acto instintivo no da tiempo a meditar. Teniendo unos conocimientos y experiencias cuanto más amplios mejor de los problemas que se nos puedan plantear y, sobretodo, teniendo una fuerza mental muy grande tendremos más y mejores opciones de salir bien parados ante situaciones difíciles y peligrosas.

Miguel Gisbert

http://www.rocaynieve.com



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